SOLER

Para Juan Camilo Arango la vida y el arte se encuentran en una permanente comunión en la que sus impulsos se traducen en imágenes plásticas que son una invitación para asumir nuestras vidas como un breve tránsito en el tiempo; y en sus obras crea poéticas reflexiones de lo que significa estar vivos, de presencias y de ausencias.

Realizó sus estudios de artes en el Reino Unido donde residió por ocho años, se desempeñó como asistente de la artista española Ángela de la Cruz, de Mike Smith Studio y asumió proyectos de gran escala y envergadura. A su regreso, estableció su estudio en Bogotá y se dedicó a pintar con intensidad para convertir el acto pictórico en una experiencia en relación con el cuerpo y a la pintura en una metáfora de la vida y lo humano. Sin embargo, en el 2007 el vecindario donde estaba ubicada su propiedad fue expropiado y posteriormente demolido arbitrariamente por el Gobierno distrital. Al poco tiempo, fue víctima de un violento suceso que le hizo reflexionar sobre su propia muerte. Estos dos acontecimientos marcaron una profunda huella en el artista que se tradujo en una nueva actitud para aproximarse, pensar, sentir y producir arte, y para descubrir que el plano bidimensional de la pintura ya no le era suficiente como medio expresivo.

Para Arango la vida y el arte siempre van de la mano, es así como, la pintura dejó de ser protagonista para convivir con la instalación y el performance, y sus intereses comerciales migraron hacia un férreo compromiso en el que su historia y su obra se funden y se convierten en relatos del aquí y el ahora en el tiempo. Claro ejemplo de esto son, su primera versión del performance Anticipación / Retrovisión (2007 – 2008), en el que el artista se acuesta en una excavación en la calle frente a lo que fue su casa, es cubierto con cal, se levanta y su rastro es registrado pero también dejado a merced del clima y del transcurrir de los días para convertirse en un tránsito entre el antes y el después.

También sus posteriores exposiciones, “Maintenant” (Ahora), en el ciclo de Nuevas Propuestas de la Alianza Francesa de Bogotá (2009), en la que habitó el espacio de la galería con escombros rescatados de su hogar y que hacían parte del esqueleto de la construcción, el cielo raso ornamentado y la cornisa de  yeso tallado; y un video  que  registra  su  recorrido por las ruinas  de  la demolición en el que sobresalen los vestigios de unas letras que forman la palabra SER. Y “Halo”, en el Centro Colombo Americano de Bogotá (2010), en la que una estructura de cobre instalada en el piso sobre una cama de tierra se va congelando con el tiempo y el hielo, poco a poco, recubre un corazón de cerdo – cuya morfología es muy parecida a la del humano – que se encuentra izado al inicio de la estructura; esta imagen es fijamente observada por el retrato de los ojos ensangrentados del artista, tomado pocas horas después de la experiencia cercana a la muerte que tuvo en el pasado. Obra que nos detiene en el instante para recordarnos nuestra naturaleza violenta, nuestras acciones irracionales y la fragilidad de nuestra permanencia.

En el 2011, durante la “Vuelta a Suiza” el ciclista colombiano Mauricio Soler sufrió un grave accidente que le ocasionó un estado de coma inducido y su posterior recuperación, pero el retiro del ciclismo profesional; situación por la que Arango se sintió profundamente conmovido y motivado para asumir el arte y la vida como un continuo comienzo. A partir de entonces decidió utilizar como seudónimo “Soler”.

Soler considera que el performance es el lenguaje que actualmente le permite expresarse de manera íntima con la realidad y establecer una relación cercana con el contexto, los otros y sus experiencias. También decidió tomar distancia de los espacios expositivos institucionales y comerciales para enfocarse en procesos investigativos y de trabajo de campo en los que la interacción con el paisaje le ha permitido multiplicar las dimensiones de sus obras, aproximarse al “Land Art”, y enfatizar en la relación del ser humano con su propia existencia, con la naturaleza y el universo.

Es así como, en el 2012 y gracias a la invitación extendida por la Universidad del Magdalena, Soler realizó el performance “Anticipación / Retrovisión” con la participación de más de mil quinientas personas, y las huellas de sus siluetas se convirtieron en un canto al devenir del hombre, al carácter efímero de la vida y a la comunión con la tierra. Desde entonces, Soler ha trabajado constantemente con distintas comunidades como los supervivientes de la avalancha de Armero (Tolima – 2015); los integrantes del “Campamento por la paz” que acamparon en la Plaza de Bolívar durante 45 días para exigir un acuerdo definitivo en el conflicto armado de las FARC (2016); y las comunidades indígenas del Alta Guajira y de la Sierra Nevada de Santa Marta gracias a que desde el 2018 vive temporalmente en un terreno que en el pasado fue propiedad de las organizaciones Paramilitares y en la actualidad se ha convertido en un lugar para la conservación de las especies naturales pues el artista se ha comprometido con ayudar, a través del arte, para que ese territorio sagrado recupere, desde el principio de la reciprocidad, el correcto fluir de su energía ancestral.

Aun así durante su trayectoria su obra ha sido expuesta individual y colectivamente en el Reino Unido (2000 al 2003), Francia (2009) y Colombia. Ha participado en Ferias de Arte como ArtBo (2005),Bienal de fotográfia, Fotográfica (2013) y ha sido merecedor de premios y distinciones como el Premio de la Alianza Francesa de Bogotá (2009), Alan Davie painting prize (2001); y hace parte de colecciones privadas de arte.

Adriana Castro, 2020